jueves, 10 de marzo de 2016

De camionetas y de panas

Sucedió una tarde de otoño que el Loco Vladéz me ofreció llevarme a casa ya que vivimos a 3 cuadras de distancia.
Nos fuimos en la Chapulina, una camioneta roja volkswagen del 95. De solo verla da pena, decolorada por el tiempo y la lluvia, su apariencia de abandono no te convence que es fiel compañera de carga y remolque, la regalona del Loco Valdéz.
Lllevábamos un cuarto del camino cuando la conversa nos llevó a panas y aventuras de este estilo; El Loco Valdéz me contó de sus viaje a Pichilemu con lo justo de aceite, subidas de cerro con el radiador en llamas y ajustes de última hora con huevo y coca-cola a las 3 de la mañana en la carretera.
Quisieron las malas vibras de las historias que cuando llorábamos de la risa la chapulina se pone a tiritar de rabia, escupe espuma por el radiador y se para. Así nada más, se detuvo y por mucho que intentaron hacerla andar de nuevo, no hubo caso. Así fue como quedamos abandonados a nuestra suerte.
Al principio nos reimos, hasta que el motor se hubo enfriado. Compramos en un lubricentro cercano una botella de aceite para el motor, se rellenó el radiador con agua y se intentó de nuevo reanimar a la taimada camioneta.
Tuvieron que pasar 2 horas de estos trámites cuando empecé a perder la paciencia y ya estaba pensando en abandonar al Loco Valdéz y su poco confiable camioneta.
Según él esto había sido culpa de la vieja yeta, que desde que la llevó la camioneta nunca había vuelto a ser la misma. Pero cosas así no importaban en ese momento.
ya se acercaban las 3 horas de espera cuando el Loco Valdéz ya enojado amenza con quemar la camioneta: "Si esta wea no anda.... la voy a quemar!! aquí mismo y la voy a dejar así"
Se subió y puso decidido la llave y giró, nada.
Lo intentó de nuevo, nada.
La última vez - dijo, con un encendedor en la mano- quiso la infeliz camioneta prender el motor y echar a andar como si nada. Rápidamente me subí e íbamos con todas las ganas y fue que apenas 3 cuadras hace el mismo show y se para sin razón.
El Loco Valdéz estaba echo una fiera, se bajó con el encendedor en la mano y estaba dispuesto a quemar el vehículo cuando un auto se para junto a él y lo llama. Era su amigo y vecino, que con la mejor disposición nos llevó a casa y a la vez salvó a la camioneta de terminar sus días en la hoguera.